LA NEUROPSIQUIATRIA DEL PODER Y DE LA CORRUPCION

Dr.Elmer Huerta El Comercio 30 de setiembre 2019 página 24, citas seleccionadas reproducidas de su artículo. 

Poder. Ian Robertson cita al filósofo Bertand Russell: “del mismo modo que la energía es el concepto fundamental en la física, el poder es la materia fundamental de las relaciones humanas.

“Donde hay poder hay resistencia.”    Michael  Fuocault.

El poder dice el profesor Robertson: los efectos de poder no son tan positivos, pues algunos experimentos  han demostrado incluso en pequeños niveles, el poder aumenta la hipocresía, el sentirse diferente y superior, el egocentrismo y la falta de empatía por los demás.

El síndome de hubris y la corrupción. El médico británico David Owen establece los elementos psiquiátricos del llamado síndrome de hubris, y citando a Bertrand Russell, asegura que cuando el elemento necesario de humildad no está presente en una persona poderosa, esta se encamina hacia un cierto tipo de locura, que llama”la intoxicación del poder.

El cerebro humano es capaz de aceptar la deshonestidad debido al disminución de la función de la amígdala cerebral( lo explica la inteligencia emocional). El gran corrupto es entonces aquel que pierde completamenta la actividad cerebral.

Colorario.

Eso completa entonces una interesante interpretación neuripsiquiátrica de la crisis política peruana y norteamericana (Trump): personas en poder y con hubris fuera de control, amígdalas cerebrales adormecidas por la corrupción, y que consideran a los ciudadanos como simples peones de su ajedrez político.

El antídoto de la corrupción es “crear islas de honestidad” en la sociedad, lideradas por personas honestas y que logren movilizar grandes segmentos honestos de la población. Ambos antídotos parecen ser una utopía en este momento.